Sísifo se hace viejo

"El hombre solitario es una bestia o un dios" (Aristóteles).

[187] Nubecillas.


nubecillas 01

Tengo desde hace ya años la sensación de haber perdido dos capacidades sin las cuales no comprendo cómo se puede seguir adelante: la de soñar y la de llorar, esos actos que sirven de válvula de escape y a través de los cuales soltamos el vapor que nos ahoga y que nos permite ver, en las nubecillas que se elevan, la forma de nuestros fantasmas.

Sobre los sueños ya he hablado. Mister Sandman no se anima a visitarme a diario, pero de vez en cuando mi retina mantiene imágenes vistas entre almohadones de significado poco claro, aunque siempre complejo y muy denso. En cada persona que aparece en mí sueño veo aquello de mí que ella representa. Últimamente mi padre y mis hermanos me visitan por las noches, yo se lo agradezco. A veces me hacen despertar con sonrisas, casi siempre con angustias. Pero siguen siendo más frecuentes las pesadillas (esta noche, sin ir más lejos) y más aún las noches sin sueños.

El llanto es para mí más misterioso. Me acomete siempre cuando no lo espero y me obliga a fijar la vista en el suelo y respirar profundamente para evitar que mis lágrimas vayan más allá de mis pestañas. Es un gesto reflejo el de intentar reprimirlo. Durante toda mi niñez mi padre, siempre dado a recurrir a los golpes de fuerza cuando no conoce otro recurso, me amenazaba cuando me veía llorar con palabras que nunca olvidaré:

– Te voy a dar yo motivos para llorar de verdad.

Se quedaba más ancho que pancho infundiéndome miedo, pero ahora creo recordar en su cara señales de una pena que quizás viniera de haber oído él mismo esa amenaza en tiempos. Una vez más, todos seguimos siendo aquel tierno infante de pocos años que recibió impresiones en su corazón que ya no se borran, sólo se disimulan, y aún así sin gran éxito nunca. Ahora comprendo a mi padre, aunque él me haya transmitido sus traumas. Sus amenazas eran su modo de ocuparse de mí, torpemente, dolorosamente, y eso era para mí más de agradecer que la insulsa indiferencia con la que me trataba mi madre durante mis llantinas. Ella no sabía hacer otra cosa que negar mis motivos de dolor. Me decía:

– No tienes por qué llorar. Piensa que lo que ahora te hace daño dejará de hacértelo luego. El dolor y la dicha son complementarios, son las dos caras de la misma moneda. Quién nunca sufre nunca es feliz. Relativiza el sufrimiento…

Y bla, bla, bla…

Mierda y más mierda. Parabrería de mercadillo que a un niñito no le sirve de nada y sólo le transmite la falta de empatía que siente hacia él su mamá, la persona que él más quiere y que más necesita que le quiera, y a quién en ese momento le estaba sobrando su hijo.

nubecillas 02

¿Quién se abre a quién no quiere recibirlo? Pronto aprendí, ya de bebé, que el llanto valía de poco e incluso resultaba contraproducente. Lo substituí por reflejos inconscientes sobre mi organismo, en forma de dolores de tripa, jaquecas, dolores musculares y, más adelante, epilepsia, el Gran Mal, la enfermedad de los faraones. Por supuesto la mayoría de los doctores en medicina, recelosos de la capacidad de la mente sobre el organismo, encuentran la causa de ésta última en una actividad epileptógena focalizada en la región temporal izquierda de mi cerebro, que es tanto como decir que soy epiléptico porque soy epiléptico. La ciencia despreciando a la ciencia, menuda paradoja.

No sin trabajo (Sísifo y sus trabajos…) estoy aprendiendo a llorar de nuevo, y creedme que me cuesta librarme de resortes defensores que creé en la niñez. Sólo soy capaz de llorar de una manera ahogada y contenidísima, y si por algún motivo el llanto me desborda (sólo recuerdo dos o tres ocasiones) son berridos y aullidos los que salen de mi cuello y mares de agua salada los que corren por mis mejillas hasta que caigo dormido de puro agotamiento.

Cosas como éstas son las que mejor me indican que mucho está cambiando.

firma sis

Leonard Cohen. Avalanche.

Filed under: dolor, ilusión, voluntad

5 Responses

  1. Paperboat dice:

    Como sabes, han sido muchas las ocasiones en las que he escrito en mi blog que las personas tendemos a perder esa sensibilidad que nos hace capaces de disfrutar de la intensidad de las sensaciones provocadas. Tendemos a unificarlo todo en una linealidad que no hace más que aumentar nuestra impresión de que nos estamos muriendo. Entiendo que dejar de llorar y de mostrar sentimientos sea una reacción lógica ante la ingente cantidad de sueños rotos y experiencias traumáticas que uno va acumulando en el álbum de recuerdos. Sin embargo, hay que trabajar en ello, luchar hasta la extenuación para no perder lo que somos, nuestra esencia y, por descontado, nuestros sueños.

    Me alegro de que estés recuperando tu capacidad para llorar. Eso significa que también estás recuperando tu capacidad para ser feliz.

    Abrazos.

  2. adelasuma dice:

    Te cuento un secreto: Sandman tampoco era capaz de llorar ni de reir, ni de soñar;
    aprendió con el tiempo;
    (véase «Sandman» de Neil Gaiman)

    vivir es un arte y el arte se aprende;

    yo me desperté de un sueño tonto, una suerte de pesadilla insulsa que no conducía a nada; de aquello, el cuerpo destrozado y el alma descompuesta: habrá que coserla, con tiempo y con mimo; no hay prisa;

    sueños, lágrimas, risas, …. son pasos de gigante, que no te quepa duda; no importa dar pasos lentamente si los pasos son zancadas de gigante;

    beso

  3. alejandro dice:

    nada te puedo decir con los maestros que ya te lo explicaron todo, adelasuma y paper, solo decirte que cuesta mucho, si ya lo sabes, y sigue constando, por lo menos a mi despues de años, pero piensa que como dices te llevara a esos momentos de felicidad
    un abrazo

  4. Teseo dice:

    Pero aún puedes reír ¿no? eso puedes acerlo, ¿no?
    tente-le!

  5. Flip dice:

    Yo ya no sueño; la última vez que lo hice fue a principios de este año y no fue nada coherente; desde entonces no ha vuelto a suceder.
    Sobre el llanto…Algo que pocos saben es que lloro con frecuencia; resulta desolador y consolador a la vez, en lo que a estas alturas se constituye casi como un acto reflejo…
    Cariños.

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