Antón está como un queso. No tiene más de 22 años, un crío postadolescente en comparación con mis vetustas canas treintañeras. No he cruzado palabra con él, fuera de un hasta luego, pero sé de buena tinta que le gustan morenos y heteromorfos. Sé también que quiere tener pareja, pero no casarse (es un símil, no más).
El dragoneo ya ha comenzado, esta noche comienza con la presentación en sociedad de mi gato Taxi (cena con colegas) y culminará con un desayuno en común, una soneca compartida y un pensamiento en blanco.
Si Venus quisiera iluminarme, claro está.
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Un yogurín de 22 años… Dicen que esa edad es la edad perfecta. Ya no eres un niño y aún no eres adulto del todo. Tus facciones ya son perfectamente masculinas, pero en tu mirada se sigue escondiendo lo angelical (y casi afeminado) de un niño. Inocente, hermoso, infinitamente deseable. Un beso.
Sinvergonzón, sinvergonzón… que te sonrian Venus, Apolo y el que haga falta!!